A LA POESÍA DILE NO (TALLER DE ESCRITURA CREATIVA)


BAJO LA LUZ DEL UMBRAL

Acaba de ser publicado el Libro del umbral, nuevo poemario de Ernesto Zumarán. He aquí una conversación no solo sobre este reciente libro sino también de otros temas y muertes.  




Pese a tener varios poemarios, un libro de relatos e incluso una novela, empiezas a publicar hace no mucho tiempo, ¿a qué se debe todo esto?

A una razón fundamental: Escribir poesía ha sido siempre para mí una extraña aventura que se ha limitado a la escritura misma, a la experiencia del lenguaje per se. Es en ese sentido que he procurado agotar el texto hasta su máxima cualidad, que es en donde radica esencialmente la experiencia esencial del poema. El hecho es que me he preocupado más por  la escritura del poema que por su publicación. He olvidado al lector, si pudiera llamársele así.


En tu anterior poemario Los templos ausentes le dedicas a tus abuelos Fausto y Julia. Ahora, en este último aparece una dedicatoria a tus compañeros de Argos, ¿qué recuerdos tienes de aquella época?, ¿qué representa o representó para ti Argos?

El Círculo Literario “Argos”, fue un grupo de poetas que se forjó por los años iniciales de los 90. En esa época hubo un esfuerzo por alcanzar un nivel importante en la estructuración del poema, pero la formación fue muy incipiente. De esa época sólo me queda la nostalgia de una fresca amistad, y a la cual le rindo homenaje desde este pequeño espacio de olvido.

Con respecto al Libro del umbral y conociendo uno de tus trabajos primigenios, Todavía el paraíso, lo que uno puede apreciar es ese tránsito no solo expresivo sino también técnico, ¿qué móviles te condujeron a la intertextualidad?

Bueno, te hablaba de una incipiente formación en los 90. Fui consciente de ello,  por lo que me avoqué a un estudio más profundo de los recursos técnicos del poema y del lenguaje. El resultado es que incorporé en este libro, aunque en los anteriores ya existían amagos, recursos como el referente intertextual,  la voz polifónica,  la imagen polisémica, el collage,  entre otros. Sin embargo,  la intertextualidad tiene muchos caminos y vertientes, de los cuales uso algunos que sean ajenos a la pretenciosidad y a la ostentación, sólo los más sutiles que encajen con mi lenguaje poético.

¿No consideras que todo este giro le quita nervio, sangre a tu poesía?

Ningún recurso técnico le resta densidad al poema si está muy bien incorporado. Por el contrario, lo nutre ventajosamente, le otorga intensidad si en el proceso de incorporación, éstos se trasmutan, logrando la invisibilidad que definitivamente enriquece el poema. En lo que respecta a como he aplicado estos recursos, he tratado de asimilarlos con sumo cuidado, escribiendo el poema sin perder la tensidad, la pulsión necesaria trascendental a la cual debe sujetarse todo recurso técnico, sin superarla.

Por otro lado, en este y el anterior poemario, Los templos ausentes, aparece un título, Día púrpura, que se replica, siendo sus contenidos diversos en ambos poemas. Asimismo, en Libro del umbral otro título se repite, Los poetas muertos, salvo que uno de ellos tiene una especie de subtítulo, ¿es acaso una cábala literaria?

En efecto, existe un afán de totalizar (efecto que no creo haber logrado) el sentido del poema. Pero, más que totalizar lo que pretendo es arribar a un texto que, apoyado en leves modificaciones, dé la sensación de que nada ha acabado, que todo recién empieza, algo así como una especie de eterno retorno ad usum. En suma, de lo que se trata para mí es agotar el texto hasta su máxima cualidad, como ya lo he dicho, echando mano a la repetición de  títulos y sub títulos, o trozos mismos de algunos versos intercalándose en otros poemas, de tal manera que brinde la sensación de movimiento, como una marea que empieza y termina siempre, que vuelve a empezar y a terminar como es la realidad en la vida misma.

En El círculo perfecto, uno de los dieciocho poemas que integran este libro, se aprecia tu acercamiento hacia el budismo. ¿En qué medida te ha influenciado esta filosofía religiosa?

El poema del que hablas fue escrito después de una lectura del Kamasutra, el que, como todos sabemos, es un antiguo texto hindú que trata sobre el comportamiento sexual del hombre. La previa reflexión de este texto singular me permitió concebir este poema, amén de la carga reflexiva que ya traía tiempo atrás sobre el erotismo. El poema en sí concibe el amor de los cuerpos  no tanto como un juego carnal como la mutua proyección de dichos cuerpos en los amantes. En consecuencia, más que influencia poética de una cierta filosofía es el uso consciente de un texto que ha permitido, como repito, la confluencia de dos actores que buscan en la profundidad de las cosas y sus actos la no dualidad, la comunión religiosa de sus cuerpos a través de los cuales puedan alcanzar la plenitud y el vigor absolutos. En ese sentido, el erotismo es para mí no la exposición o exhibición (los términos no asustan) de los cuerpos dentro de una escena prosaica sino la ritualidad idealizada que ejecutan esos cuerpos en ese espacio inaugural y profundo en donde logran hallarse y reconocerse únicos y eternos. .  De igual modo, el poema inicial del libro La casa vacía, no fue escrito con la intención de poner de relieve la angustia existencial del ser humano sino que también lleva la marca de uno de los fundamentos del budismo como es la vacuidad, en cuanto a que el vacío es entendido como el arribo a la iluminación como consecuencia de una mente no dual. Sin embargo, si bien el poema no va en esa dirección, toma de ese mantra búdico el aliento y su enigma.

El tiraje de las ediciones de poemarios cada vez disminuye. De 500 a 300 ejemplares. Con el tiempo se editarán para solo ser distribuido entre los mismos poetas y otros gatos, ¿sirve de algo reflexionar al respecto?

Debemos recordar siempre ese hermoso verso del poeta Eduardo Chirinos, cuando escribe: “Todo poema, por el hecho de serlo, es un acto de amor”.  Hago mía esa reflexión para responder a tu pregunta.

¿Cómo ves el desarrollo de la literatura hecha por las nuevas generaciones de jóvenes en Chiclayo?

Para mí, el contexto literario lambayecano actual es mucho más claro y transparente que el de la década de los 90. A partir del 2000, me parece se deja de lado ese perfil subterráneo que casi imperó en la década pasada. Es obvio que existe una cierta continuidad en cuanto a los aportes literarios y poéticos, sin embargo, es indudable que las propuestas están mejor definidas, y como consecuencia de ello, existe una mejor confianza en el uso de los distintos lenguajes poéticos. Tal vez, una semejanza que ostentan ambas décadas es precisamente las opciones diversas de los registros poéticos.  Cada una con una propuesta válida y contundente. Dentro de este orden, si hablamos de los libros publicados, te puedo mencionar en primer lugar los libros colectivos publicados por el Grupo “Signos”, donde se puede apreciar  el dominio de una visión que de inmediato se pone en escena, no obstante su reflexividad. De hecho, los poetas que formaron parte de este grupo, pusieron la primera piedra en el posterior desarrollo de la subsiguiente poética. Allí están las voces inconfundibles de César Boyd, Abad Azcurra, Ronald Calle y Cronwell  Castillo, siendo este último quien ha escrito un libro: “Estética de las Revelaciones”, donde anuncia un lenguaje que yo también estoy buscando, “un lenguaje misterioso y sagrado” desde toda perspectiva. Otro libro no menos importante es el de César Boyd: “2012 y otros poemas”, que es uno de los mejores de la poesía lambayecana que he leído en estos tiempos, por el uso magistral de los giros lingüísticos, el dominio que tiene aquí el poeta al adentrarse  a su propio infierno me llama mucho la atención, y que sólo puede ser atribuido a una mente que lee y aprehende el mundo desentrañando sus códigos de violencia hasta enceguecerse descomunalmente. Puedo citar  también a Ernesto Facho, quien pese a su juventud muestra ya un dominio pleno de su espacio poético. Es una voz en la que se prevé un desarrollo más amplio y que nos dará, a la postre, más grandes satisfacciones. Cito a Luis Bocelli, que no he tenido la oportunidad de contar con sus libros para leerlo con mayor detenimiento, sin embargo, esporádicamente he leído algunos textos suyos, y de hecho, estamos también ante un poeta trascendental que asume un lenguaje bidimensional que no ha merecido, creo yo, una mejor atención de su trabajo. Dentro de la poesía femenina, definitivamente hay dos representantes muy destacables: Matilde Granados y Rosakebia Estela Mendoza. Cada una con un lenguaje propio y altamente lírico, haciendo uso de una economía de recursos que logran alcanzar una visión depurada y prístina,  a la que se avocan con creces a ese sujeto poético femenino que canta y decanta dentro de nuestra poesía lambayecana.

¿A qué poetas peruanos has leído recientemente y te han resultado interesantes?  

Te cito algunos: Miguel Ildefonso, Jerónimo Pimentel, Manuel Fernández,  Martín Zúñiga, entre otros. Ellos han logrado alcanzar un lenguaje poético superlativo, en el sentido de que sus propuestas son bastante interesantes; por ello, siempre vuelvo a sus textos cada cierto tiempo para aprehender la esencialidad de los mismos. Después, siempre estoy releyendo la poesía de Cisneros, Rodolfo Hinostroza, César Calvo, Leopoldo Chariarse, Vicente Azar, en donde encuentro siempre un mundo indescubierto. Por algo dice Pimentel que todo poeta es insular.

Alguna vez mencionaste que el Gran Problema actual de la humanidad consistía en la absoluta indiferencia ante la muerte palpable de nuestro Planeta, en complicidad con la parafernalia capitalista. ¿Se avizora alguna solución?

Creo que la estupidez humana ha llegado a límites impensables. Sin embargo, también creo que existe una solución. El mundo está tratando de acomodarse a la nueva situación que actualmente vivimos. Pero, lo que sucede es que “esa nueva situación”  a cada momento es siempre una nueva situación. No bien se termina uno de sentarse en un lugar, ese lugar ya es otro lugar como por ensalmo. A esta peculiar situación los “especialistas” le llaman  sospechosamente “globalización”. De modo tal que,  paradójicamente, nadie se entiende, y a esa extraña situación el imperialismo echa mano con el fin de confundirlo aún más todo. La llamada globalización es un invento de ellos con el objeto de tenernos a todos parametrados y cogidos de los cojones. La solución, no obstante, se dará cuando ese imperio se disuelva en la nada, como todo en la vida.

¿Es la izquierda aún esa alternativa que el mundo espera?

La izquierda nunca dejó de adolecer de su enfermedad infantil. A estas alturas, representa una opción estancada, al menos que logre superar esa enfermedad “crónica”.

En alguna parte también comentaste que para ti la vida sin un ideal romántico no podía ser vivida, ¿de qué ideales específicamente hablabas?

El romanticismo, entendido como ese ideal que no se subordina  a eso que algunos llaman la “cloaca de lo factual”,  que entraña toda concepción pragmática, cientificista y tecnológica que oprime al hombre contemporáneo,  definitivamente nos ayudaría mucho, y no tanto como un refugio existencial sino como la posibilidad de liberar nuestro espíritu mediante la adquisición de  una “conciencia histórica idealizada” que nos ayude a rescatar las fuerzas interiores que el hombre posee en su Ser y que parece que ha olvidado que las tiene, embadurnado como está  en este de mundo de meros desplazamientos y equívocas actitudes. Entonces, el Ideal Romántico, a través del lenguaje poético  lleva a cabo su mayor exaltación, por cuanto contiene en su esencia, como ya lo ha dicho un filósofo español “la aspiración ideal del hombre” a unirse con el Todo en cada acto cotidiano de su vida. Es, sin lugar a dudas,  lo que necesita el hombre de hoy para desplegar por fin toda su imaginación, la que a través del arte,  lograría desarrollar una verdadera plenitud.

Y sí se diera el caso de que pudieses elegir el modo de tu muerte, ¿cómo sería ésta?

Me basta elegir cómo vivir.


EL LADO ADOLORIDO DE LA CAMA




Resulta que hoy, luego de haber visitado a un joven amigo convaleciente en el segundo piso del Almanzor Aguinaga, recuerdo una de las menciones de Schopenhauer sobre la muerte, en el que citaba la vieja costumbre griega de adornar sus sarcófagos con bajorrelieves, figuras que simulaban fiestas, bacanales, danzas, en pocas palabras imágenes de una vida más alegre y animada. Este contraste tan chocante para el entendimiento occidental era ensalzado en la antigüedad de una manera tan natural y a la vez alegórica que, aunque trate de evitarlo, hoy me resulta difícil de trasladar a este crucial momento que vive mi buen amigo Antonio Salerno.

Todo empezó hace un mes, cuando este joven narrador, prevenido por una ligera hinchazón en el lado derecho de su cuello fue a consulta con un médico. Lo primero que le recomendé fue la calma. No era para menos, se sentía acuciado por la letal amenaza del cáncer. Pese a mis palabras noté cierto pesimismo que, vaya, con el paso de los días se fue mezclando con una sobrecargada dosis de sorna. Lo bueno es que aún le asistía el buen humor,  la sonrisa y las ganas de enviar mensajes de texto.

–En mi familia –me escribió a mi correo eléctronico–, ya han muerto un par de parientes casi tan jóvenes como yo. Todos con cáncer.
–¡Diablos! –le contesté– Pero de todas maneras tómalo con calma.
–Sí, de hecho –me replicó–, estoy decidido a afrontarlo. Lo que más me reconforta es que antes de morir publicaré La cama.

Salerno, hace tres meses me entregó el manuscrito de su ópera prima, La cama miserable. Se trata de una nouvelle recreada en una ciudad imaginaria, creada por él en su infancia; una historia de amores juveniles y de decepción y despojo, desprendida de pretensiones, aunque lograda para ser un proyecto emprendido por un Antonio de dieciocho años. Aparte de esta obra, hace unas semanas también me pasó uno de sus últimos trabajos, una novela mucho más densa, que consta de cuatrocientas páginas y que me resulta gratificante saber que alguien, un talentoso e inteligente joven de estos territorios emprenda semejante empresa.

El que me hubiera mencionado, a pesar de sus circunstancias, su intención de publicar La cama miserable y ya olvidarse de aquellas páginas escritas, no tocarlas, además de leer el primer capítulo de su otro trabajo, La casa de los cuervos, percibí su convicción de convertirse en un escritor profesional, esa fe de los veintitantos años que ni siquiera la muerte parece someter.       

–No lo dudes, brother –me reafirmé–, la edición estará lista lo antes posible. Pero por el momento tienes que hacerte esos chequeos.

Sin embargo el día en que le realizarían unos exámenes, lo llamé apremiado con la intención de hacerle desistir. Le dije que tenía que acudir a una entrevista con un medio local y que pospusiera cualquier análisis. Todo fue una mentira planeada por mí. La verdad es que algo me decía que aquel muchacho no quería saber nada de evaluaciones médicas. Y mucho menos patológicas. Hace dos semanas, en un viaje que juntos hicimos a Trujillo, lo noté preocupado. Así que lo que mejor le vendría, pensé, era que vaya a la disco con alguna nena o visite la playa. Ya, Salerno, olvídate de esas cosas. De pronto es un barrito inflamado. A esa edad el acné no deja de joder. Relájate. Es una paranoia tuya.    

Mas él no me obedeció y después de varios días supe que estaba internado en el Almanzor. Fui a verlo después que le detectaron dos tumores.

–Van a tener que operarme hoy mismo –me comentó-, pero descuida, que no es cáncer.

Me sentí aliviado, aunque en el fondo, hubiera deseado que otro fuera el final, un final en que mi joven amigo tuviera cáncer y muriera. Y que la primera  edición de La cama miserable resultara póstuma. Y de que al tercer día de agotado el tiraje de 1000 ejemplares, Antonio Salerno resucitara entre los muertos.

Pero no, al cabo de una hora de intervención quirúrgica, mi amigo reposaba aliviado, con el cuello vendado y pegado a la cama, viviendo recién en ese momento el lado adolorido de su propia cama miserable de hospital.




(Publicado en semanario Expresión, edición Nº 855, 27 de marzo 2014: http://www.semanarioexpresion.com/columna.php?cl=culturales&edicion=855) 

INDULTO A FUJIMORI: ¿LA CEREZA DEL GOBIERNO APRISTA?

Lo dicho ayer por el fiscal de la Nación José Peláez, no ha podido ser más concreto y esclarecedor: sólo Alan García, en su condición de Presidente del Perú, podría darle el indulto humanitario al ex dictador y genocida Alberto Fujimori, quien como la mayoría sabe, permanece recluido en la Diroes, cumpliendo una pena de 25 años.

¿Será capaz de realizar, nuestro todopoderoso y ventrudo presidente, semejante acto de generosidad? No lo dudo. Cuenta con los suficientes mecanismos, el interés y la sinvergüencería para hacerlo. Solo que ahora junto a sus compinches fujimoristas deben estar viendo la manera más solapada de hacerlo. Y el tiempo se acorta. A García Pérez le queda mes y días de gobierno

Aquí pues no pinta nada el hecho de que haya de por medio la sentencia de un delito de lesa humanidad y se omita la normativa vigente de la Corte Internacional de Derechos Humanos. Sólo sería cuestión de “formalizar” su estado de salud “sumamente delicado” y luego firmar unos papeles.

O en todo caso, lo más seguro es que luego de que hoy por la tarde, una Junta de médicos del Instituto Nacional de Neoplásicas haya descartado que el reo Fujimori no tiene cáncer en la lengua, deben estar tramando, viendo la manera de fabricar una de sus mejores artimañas. Ya su profunda depresión y el haber bajado los 15 kilos puede ser parte del engranaje.

En este sentido, el APRA no ha renunciado a ese contubernio pactado con el fujimorismo el año 1990, cuando se aunaron a la sórdida campaña de Cambio 90 y el japonés Alberto Fujimori obtuvo la presidencia, quedando a la otra orilla, nuestro conspicuo Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Por el contrario, han crecido sus recíprocas deudas y durante estos últimos años han venido caminando de la mano. Tanto es así que Fujimori en lugar de estar en una prisión de máxima seguridad dirigió la campaña de su hija desde su espaciosa y cómoda cárcel.

Sus líderes, en este aspecto, se asemejan no por sus virtudes sino por sus taras. Y si de algo se viene salvando Alan García es la de despertar con los barrotes enfrente. Están pendientes los crímenes cometidos en las cárceles de El Frontón y Santa Bárbara. Cientos de vidas, rehenes que fueron asesinados con fusiles, ametralladoras, lanzacohetes, bazucas, cañones de 81 milímetros, explosivo plástico y dinamita. Y también la matanza de 64 campesinos, entre ellos mujeres y niños, en los pueblos de Accomarca y Pucayacu. Los de Cayara: 29 muertos y 45 desaparecidos. Están pendientes sus delitos de Cohecho Pasivo, Colusión Ilegal y Negociación Incompatible y Enriquecimiento Ilícito.

Vamos a ver más adelante cuál es la agenda de Ollanta Humala en cuanto a estos actos delictivos. Por el momento ha dicho en Uruguay que lo del indulto a Fujimori no está dentro de sus prioridades. Esperemos que el tiempo siga transcurriendo. Ver lo que pasa.

Por otro lado, García ha dado indicios de su escandalosa generosidad al finalizar su primer gobierno, cuando el 9 de julio de 1990 para ser exacto, el líder del MRTA, Víctor Polay Campos, amigo de antaño del presidente, fugó junto a 47 terroristas por un túnel construido desde fuera del penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro.

Por lo visto, para Alan García, el significado de seguridad tiene una acepción muy personal.

DE TAL SANGRE, TAL CALAÑA

Se dice que la señora Keiko Fujimori no tiene la culpa de los delitos cometidos por su padre. Que los crímenes, robos al erario nacional, -o sea el dinero de todos los peruanos-, y todo un engranaje de falsificaciones y la componenda de actos delictivos y corruptos son cosas en que ella no tuvo nada que ver. Que todos los hijos no pueden cargar con las culpas de sus padres. Algo así como lo que se acostumbra a decir en nuestros barrios: si el padre es ratero la hija no siempre lo va a ser. Pero es mentira. Al menos en este caso.

Cuando Keiko Fujimori asumió el cargo de primera dama tenía 19 años. Desde entonces, su entorno no sólo se limitaba al permanente trato con su padre, el tío Santiago, Rosa, Pedro y Juana Fujimori (los mismos que robaron las donaciones de ropa y dinero enviados desde Japón, como lo señaló Montesinos al ser interrogado en la Base Naval), sino también al otro tío, no carnal, Vladimiro y a aquella mancha de facinerosos cuya mayoría hoy están encarcelados. ¿Es este un círculo donde alguien pueda crecer con valores morales? ¿Qué clase de enseñanzas se puede aprender de todos ellos?

Pero continuemos. El hecho es que durante aquel periodo colmado de poder, Keikito, inocente ella, fue parte de una dictadura en que se esterilizaron sin su consentimiento, a más de 300 mil mujeres humildes, algo realmente polpotiano, que incluso a una quinceañera sensible y quien sabiendo de semejante crueldad, le hubiera causado un shock y se hubiera distanciado de aquella jauría sedienta de sangre y dinero.

Mas no, Keikito, con 20-25 años, siempre se mostró solícita. Es decir, siempre se hizo de la vista gorda, incluso cuando supo que a su propia madre papito Alberto la torturaba física y emocionalmente y que el tío Vladi propalaba a la prensa argumentando que estaba loca.

Le importó un pepino verla haciendo una huelga de hambre, protestando ante la decisión amañada del JNE, presidido por Ricardo Nugent, quien declaró improcedente su lista para el congreso Armonia-Frempol. Le importó un bledo verla con 40 kilos y siendo llevada de emergencia a la clínica San Luís.

Sólo de esa manera Susana Higuchi desistió de su huelga. ¿Acaso no tenía razón cuando dijo que su hija la “abandonó por el sucio dinero de su padre”? ¿Acaso no se equivocó cuando señaló que Keiko “tenía ángel para la gente de afuera” y que para ella tenía la “cara de diablo”?

Claro que no se equivocó. Es por ello que ahora no nos sorprende verla cómo la exhibió durante la primera vuelta en su casa, para la foto y las pantallas de televisión. Y antier en el mitin, con la única intensión de que el público crea que con su madre no pasó nada, que están juntas y jamás la abandonó. Sin embargo, algo me dice que no anda bien. Me da la impresión que Susana Higuchi estuviera dopada. ¿No será que la electricidad inflingida por órdenes de Alberto Fujimori ha dejado sus secuelas?

Por otro lado, volviendo a los 90as, no cualquier hija se siente orgullosa de un padre que los periodistas más serios del país lo relacionen con la muerte de 15 personas, entre ellas el niño Javier Ríos Rojas de ocho años y su padre Manuel Isaías Rojas de 33, en Barrios Altos, el 3 de noviembre de 1991, ni tampoco la vil ejecución de nueve estudiantes y un catedrático de la universidad Enrique Guzmán y Valle, el 18 de julio de 1992. Por más joven que sea. 16 años no es pues la edad de una niña.

Entonces, pregunto, ¿y qué es lo que ocurrió cuando asumió su rol de primera dama? Sin duda permitir toda esa clase de tropelías y ser parte de esa mafia llamada fujimorismo de la cual es hoy candidata.

Porque si le hubiera asqueado este tipo de política, este comportamiento delincuencial y falta de respeto hacia la democracia y los derechos humanos hubiera renunciado ahí mismo. Y quizá, por sentido común, se hubiera acercado a su madre e ido a vivir con ella.

Pero no, Keiko y sus 3 hermanos prefirieron estar cerca del poder ostentado por el genocida de su padre. Y de este modo terminaron siendo premiados: ella, Hiro, Sachy y Kenji fueron a estudiar en universidades privadas de Estados Unidos. ¿De dónde sacó Alberto Fujimori el 1,225,000 dólares si su sueldo ni siquiera llegaba a los 1,000 dólares mensuales y el cual ni siquiera cobró durante su mandato?

El ex asesor de su padre, Vladimiro Montesinos, lo dijo: el dinero salió de Servicio Nacional de Inteligencia. O sea, era dinero robado, nuestro dinero. Y ahora resulta que desde hace un tiempo Keiko nos viene con una serie de argucias sin sentido tratando de pasar piola y pegarla de inocente. Lo que debe hacer junto a sus hermanos es ser sentenciados por complicidad en el delito de peculado y enriquecimiento ilícito.

Como bien indicaba Fromm: “El amor paterno es condicional. Su principio es "te amo porque llenas mis aspiraciones, porque cumples con tu deber, porque eres como yo"”.

Keiko Fujimori es la viva representación de su padre. Y esto se ha dado a notar en toda la campaña de segunda vuelta. Lleva en el alma el estigma del cinismo, la corrupción y el crimen.

De tal sangre tal calaña.

KEIKO FUJIMORI, LA TELEVISIÓN Y SUS SPOTS

Pocas veces son las ocasiones en que veo televisión. Sin embargo, durante los últimos meses he vuelto a consumir noticieros y otros programas que el año pasado, con todos sus 365 días, no hubiera podido digerir. El esfuerzo se debía y debe a las próximas Elecciones Presidenciales.

Durante la primera vuelta todo se mantenía en una marcha normal, dentro de lo presupuestado en cualquier campaña electoral. No obstante llegó la segunda vuelta y si que las cosas cambiaron.

Entonces fue que la televisión se convirtió en un teatrino no apto para niños sino para adultos, ciudadanos y ciudadanas posiblemente manipulables. Un escenario tenebroso, plagado de artimañas nada divertidas o ilustrativas. En fin, ver a Bayly fue, dentro de todo ello, lo peor. Sin duda ha sido el títere de guante más repulsivo que he visto en mi vida.

Por otro lado, estando cerca, muy cerca de la segunda vuelta no deja de provocarme cierta regurgitación al ver los inevitables spots de la candidata fujimorista Keiko Fujimori.

Y para muestra, he aquí dos anaranjados botones:

Calle segura. Dice que con este programa aplicará mano dura ”contra la delincuencia”, “garantizando que los delincuentes sean sancionados”. ¿Le creemos? Para empezar, debería ser conciente que su padre es uno de ellos (y de “alto vuelo”) y que debería permanecer en la cárcel sin estar diciendo que lo indultará o en todo caso invocará a las portátiles fujimoristas para que se movilicen (http://www.youtube.com/watch?v=E0hEOuHx33Q). En tal sentido, una de las primeras cosas que nos espera si gana la hija del delincuente sería el indulto de aquél que nos robo 6 mil millones de dólares de los cuales se recuperaron 185 mil. ¿Dónde está el resto de dinero? Obvio, en la millonaria campaña, compra de medios de comunicación, trato con sicarios y almas que esperan a que el diablo los tiente. Y en eso, sólo ha ido una minúscula parte.

Superintendencia de derechos laborales. “En el Perú las leyes laborales no se cumplen”, indica en este spot moviendo el dedito, como si hubiera dicho algo novedoso. Y continúa: “para que respeten tus 8 horas de trabajo, para que te paguen tus horas extras, tus vacaciones y tu pensión de jubilación…Haré que respeten los derechos de todos los trabajadores y eliminaré el abuso de las services”. ¿A dónde fue su famita de estudiosa? Ocurre que quiere pasarse de viva. Al fiel estilo de su padre, pretende pasar desapercibido lo que realmente sucedió durante la dictadura del “mejor presidente que ha tenido el Perú” (dixit Keiko) en cuanto a estos derechos laborales. ¿Y qué es lo que pasó? Que las leyes laborales no se cumplieron, que fueron devastadas hasta el punto de que hoy el 70 % de trabajadores laboran temporalmente, sin la menor posibilidad de asociarse en sindicatos y sin una legislación que los ampare y los lleve a vivir una vida digna. Conozco a personas que trabajan 12 horas y ganan 250 mensuales, conozco a guachimanes, obreros (contratados por las Services patrocinadas por el mismo Alberto Fujimori) que trabajan esa misma cantidad de horas y apenas se llevan 600 soles al bolsillo. Aquí hablar de 8 horas, horas extras, vacaciones y aún más de pensión de jubilación es algo cruel. Y sobre todo sabiendo que tu partido ha sido causante de semejante desolación y desgracia. Solo Keiko –y su entorno- posee esa tremenda desvergüenza.

En definitiva, seguiría escribiendo y detallando más cosas pero las arcadas son incontenibles y lo único que se me ocurre en este momento es usar a la caja boba como mediato deposito de mi nausea.

UN RECITAL NO HACE VERANO


Hace unos días, cierta amiga me hizo saber que dentro de poco enviaría a mi casa una invitación para leer poesía en su ciudad. Durante unos segundos me quedé en silencio. ¿Cómo decirle, en pocas palabras, que desde hace dos meses atrás había decidido no participar en recital poético alguno? ¿De qué modo hacerlo sin que ella luego me pregunte el porqué y yo me vea obligado a soltar, con ostensible desgano, argumentos e ideas que no le otorguen posibilidad alguna para que insista y descarte definitivamente mi participación? Quedamos, minutos después, en hablar mejor por teléfono. Sin embargo, debido a circunstancias diversas, hasta estos instantes no nos hemos comunicado. Y creo que es lo mejor. En todo caso no estaría escribiendo estas líneas, aprovechándome del insomnio y la quietud de la noche.

En algo más de quince años metido en este mundo de tres gatos (yo, tú y él) que es la literatura, sobrada agua ha pasado bajo mis ojos. Y no poca de ella ha provenido de los mencionados recitales.

No sé por qué, pero el primer recuerdo que acude a mi memoria es cuando en una lejana tarde de invierno vi llorar a un poeta. Tenía la barba salpicada de canas y su llanto era el de un niño humillado frente a la vista de familiares y amigos. No era para menos. Públicamente había sido menospreciado. No le habían permitido leer sus poemas, ser escuchado. ¿Y todo por qué? Pues porque el presidente de ese evento prefería darles prioridad a los integrantes de su institución así como a un grupo de jubilados latinoamericanos quienes de manera tardía habían optado escribir y publicar todo cuanto a sus mientes se les aparezca. Aparte de ello es que éstos últimos habían pagado con anticipación sus respectivas inscripciones en dólares. Así que al pasar unos minutos, junto a un compañero de estudios, terminamos abandonando aquel envilecido lugar

Pero eso no es todo. En mis ojos también se agolpan otras escenas, personajes que salen con la firme decisión de leer su poema más irreverente, lúdico, ontológico, ininteligible. Y aquellos otros, los histriónicos. Esos hiperactivos espíritus que necesitan de gestos y caretas para atraer la atención de las iridiscentes miradas de los espectadores. A todos ellos todavía los veo ansiando, con el rabillo de sus ojos, alguna respuesta de rechazo o aceptabilidad del público y luego, bajando de los proscenios como si se trataran de seres divinos e inabordables.

Con el tiempo, los asistentes a recitales poéticos han ido desapareciendo uno tras otro. Si antes, durante buena parte del siglo pasado, se tuvo el aprecio de obreros, intelectuales y estudiantes, hoy tan sólo se cuenta en las sillas de las salas a los propios poetas, algunos diletantes y un puñado de amigos. Casi las mismas caras. Por otro lado, un recital es en estos tiempos una insípida pasarela donde desfilan egos y carencias. Un evento para el bostezo. E inclusive un espacio donde se solaza el status. Porque, claro, en estos días es un presupuesto valido saber con quién compartirás la mesa. Enterarte si tu nombre va acompañado de contertulios que estén a tu altura. Caso contrario, no participas o asistes.

Después de prolongados alejamientos, el año pasado volví a estas andadas. Volví a leer en ciudades como Tarapoto, Lima, Trujillo, Cajamarca y Piura. En ese orden. Pero más allá de tener ganas de leer, lo hice (y siempre lo he hecho) con la idea de visitar a los amigos y conocer otro tanto de cada lugar. Un recurrente pretexto. Un insustancial hábito, definitivamente prescindible. Claro que sí. No hay nada más gratificante que un repentino viaje. Sin fecha de salida ni de regreso.

Así que más allá de los propios recitales el problema es netamente humano. En tal sentido, ¿para qué seguir respirando ese aire plagado de egoísmo si mientras uno se pavonea leyendo poemas, la muerte no ha dejado de incrustar su silenciosa daga en la vida de decenas de niños en el mundo?, ¿acaso es el aplauso, el reconocimiento lo único que buscamos para salir del tedio o ser felices?, ¿para qué seguir allí si la verdadera poesía está afuera, en las calles, plazas, mercados o entre la hierba de los campos? O en todo caso permanece “callada, escuchando su propia voz” (Martín Adán).

De modo que ya lo sabes mi estimada Sybila. Estos son, en términos generales, los motivos que me han llevado a denegar tu invitación. Agradezco tu gesto. La existencia de la noche. Y así no llames, dejemos que nuestras mentes, el insomnio y la poesía se mantengan en un profundo silencio.