Resulta
que hoy, luego de haber visitado a un joven amigo convaleciente en el segundo
piso del Almanzor Aguinaga, recuerdo una de las menciones de Schopenhauer sobre
la muerte, en el que citaba la vieja costumbre griega de adornar sus sarcófagos
con bajorrelieves, figuras que simulaban fiestas, bacanales, danzas, en pocas
palabras imágenes de una vida más alegre y animada. Este contraste tan chocante
para el entendimiento occidental era ensalzado en la antigüedad de una manera
tan natural y a la vez alegórica que, aunque trate de evitarlo, hoy me resulta
difícil de trasladar a este crucial momento que vive mi buen amigo Antonio
Salerno.
Todo
empezó hace un mes, cuando este joven narrador, prevenido por una ligera
hinchazón en el lado derecho de su cuello fue a consulta con un médico. Lo
primero que le recomendé fue la calma. No era para menos, se sentía acuciado
por la letal amenaza del cáncer. Pese a mis palabras noté cierto pesimismo que,
vaya, con el paso de los días se fue mezclando con una sobrecargada dosis de
sorna. Lo bueno es que aún le asistía el buen humor, la sonrisa y las ganas de enviar mensajes de
texto.
–En
mi familia –me escribió a mi correo eléctronico–, ya han muerto un par de
parientes casi tan jóvenes como yo. Todos con cáncer.
–¡Diablos!
–le contesté– Pero de todas maneras tómalo con calma.
–Sí,
de hecho –me replicó–, estoy decidido a afrontarlo. Lo que más me reconforta es
que antes de morir publicaré La cama.
Salerno,
hace tres meses me entregó el manuscrito de su ópera prima, La cama miserable. Se trata de una nouvelle
recreada en una ciudad imaginaria, creada por él en su infancia; una historia
de amores juveniles y de decepción y despojo, desprendida de pretensiones,
aunque lograda para ser un proyecto emprendido por un Antonio de dieciocho años.
Aparte de esta obra, hace unas semanas también me pasó uno de sus últimos
trabajos, una novela mucho más densa, que consta de cuatrocientas páginas y que
me resulta gratificante saber que alguien, un talentoso e inteligente joven de
estos territorios emprenda semejante empresa.
El
que me hubiera mencionado, a pesar de sus circunstancias, su intención de
publicar La cama miserable y ya
olvidarse de aquellas páginas escritas, no tocarlas, además de leer el primer
capítulo de su otro trabajo, La casa de
los cuervos, percibí su convicción de convertirse en un escritor
profesional, esa fe de los veintitantos años que ni siquiera la muerte parece
someter.
–No
lo dudes, brother –me reafirmé–, la edición estará lista lo antes posible. Pero
por el momento tienes que hacerte esos chequeos.
Sin
embargo el día en que le realizarían unos exámenes, lo llamé apremiado con la
intención de hacerle desistir. Le dije que tenía que acudir a una entrevista con
un medio local y que pospusiera cualquier análisis. Todo fue una mentira
planeada por mí. La verdad es que algo me decía que aquel muchacho no quería
saber nada de evaluaciones médicas. Y mucho menos patológicas. Hace dos
semanas, en un viaje que juntos hicimos a Trujillo, lo noté preocupado. Así que
lo que mejor le vendría, pensé, era que vaya a la disco con alguna nena o
visite la playa. Ya, Salerno, olvídate de esas cosas. De pronto es un barrito
inflamado. A esa edad el acné no deja de joder. Relájate. Es una paranoia
tuya.
Mas
él no me obedeció y después de varios días supe que estaba internado en el
Almanzor. Fui a verlo después que le detectaron dos tumores.
–Van
a tener que operarme hoy mismo –me comentó-, pero descuida, que no es cáncer.
Me
sentí aliviado, aunque en el fondo, hubiera deseado que otro fuera el final, un
final en que mi joven amigo tuviera cáncer y muriera. Y que la primera edición de La
cama miserable resultara póstuma. Y de que al tercer día de agotado el
tiraje de 1000 ejemplares, Antonio Salerno resucitara entre los muertos.
Pero
no, al cabo de una hora de intervención quirúrgica, mi amigo reposaba aliviado,
con el cuello vendado y pegado a la cama, viviendo recién en ese momento el
lado adolorido de su propia cama miserable de hospital.
(Publicado en semanario Expresión, edición Nº 855, 27 de marzo 2014: http://www.semanarioexpresion.com/columna.php?cl=culturales&edicion=855)