DE TAL SANGRE, TAL CALAÑA

Se dice que la señora Keiko Fujimori no tiene la culpa de los delitos cometidos por su padre. Que los crímenes, robos al erario nacional, -o sea el dinero de todos los peruanos-, y todo un engranaje de falsificaciones y la componenda de actos delictivos y corruptos son cosas en que ella no tuvo nada que ver. Que todos los hijos no pueden cargar con las culpas de sus padres. Algo así como lo que se acostumbra a decir en nuestros barrios: si el padre es ratero la hija no siempre lo va a ser. Pero es mentira. Al menos en este caso.

Cuando Keiko Fujimori asumió el cargo de primera dama tenía 19 años. Desde entonces, su entorno no sólo se limitaba al permanente trato con su padre, el tío Santiago, Rosa, Pedro y Juana Fujimori (los mismos que robaron las donaciones de ropa y dinero enviados desde Japón, como lo señaló Montesinos al ser interrogado en la Base Naval), sino también al otro tío, no carnal, Vladimiro y a aquella mancha de facinerosos cuya mayoría hoy están encarcelados. ¿Es este un círculo donde alguien pueda crecer con valores morales? ¿Qué clase de enseñanzas se puede aprender de todos ellos?

Pero continuemos. El hecho es que durante aquel periodo colmado de poder, Keikito, inocente ella, fue parte de una dictadura en que se esterilizaron sin su consentimiento, a más de 300 mil mujeres humildes, algo realmente polpotiano, que incluso a una quinceañera sensible y quien sabiendo de semejante crueldad, le hubiera causado un shock y se hubiera distanciado de aquella jauría sedienta de sangre y dinero.

Mas no, Keikito, con 20-25 años, siempre se mostró solícita. Es decir, siempre se hizo de la vista gorda, incluso cuando supo que a su propia madre papito Alberto la torturaba física y emocionalmente y que el tío Vladi propalaba a la prensa argumentando que estaba loca.

Le importó un pepino verla haciendo una huelga de hambre, protestando ante la decisión amañada del JNE, presidido por Ricardo Nugent, quien declaró improcedente su lista para el congreso Armonia-Frempol. Le importó un bledo verla con 40 kilos y siendo llevada de emergencia a la clínica San Luís.

Sólo de esa manera Susana Higuchi desistió de su huelga. ¿Acaso no tenía razón cuando dijo que su hija la “abandonó por el sucio dinero de su padre”? ¿Acaso no se equivocó cuando señaló que Keiko “tenía ángel para la gente de afuera” y que para ella tenía la “cara de diablo”?

Claro que no se equivocó. Es por ello que ahora no nos sorprende verla cómo la exhibió durante la primera vuelta en su casa, para la foto y las pantallas de televisión. Y antier en el mitin, con la única intensión de que el público crea que con su madre no pasó nada, que están juntas y jamás la abandonó. Sin embargo, algo me dice que no anda bien. Me da la impresión que Susana Higuchi estuviera dopada. ¿No será que la electricidad inflingida por órdenes de Alberto Fujimori ha dejado sus secuelas?

Por otro lado, volviendo a los 90as, no cualquier hija se siente orgullosa de un padre que los periodistas más serios del país lo relacionen con la muerte de 15 personas, entre ellas el niño Javier Ríos Rojas de ocho años y su padre Manuel Isaías Rojas de 33, en Barrios Altos, el 3 de noviembre de 1991, ni tampoco la vil ejecución de nueve estudiantes y un catedrático de la universidad Enrique Guzmán y Valle, el 18 de julio de 1992. Por más joven que sea. 16 años no es pues la edad de una niña.

Entonces, pregunto, ¿y qué es lo que ocurrió cuando asumió su rol de primera dama? Sin duda permitir toda esa clase de tropelías y ser parte de esa mafia llamada fujimorismo de la cual es hoy candidata.

Porque si le hubiera asqueado este tipo de política, este comportamiento delincuencial y falta de respeto hacia la democracia y los derechos humanos hubiera renunciado ahí mismo. Y quizá, por sentido común, se hubiera acercado a su madre e ido a vivir con ella.

Pero no, Keiko y sus 3 hermanos prefirieron estar cerca del poder ostentado por el genocida de su padre. Y de este modo terminaron siendo premiados: ella, Hiro, Sachy y Kenji fueron a estudiar en universidades privadas de Estados Unidos. ¿De dónde sacó Alberto Fujimori el 1,225,000 dólares si su sueldo ni siquiera llegaba a los 1,000 dólares mensuales y el cual ni siquiera cobró durante su mandato?

El ex asesor de su padre, Vladimiro Montesinos, lo dijo: el dinero salió de Servicio Nacional de Inteligencia. O sea, era dinero robado, nuestro dinero. Y ahora resulta que desde hace un tiempo Keiko nos viene con una serie de argucias sin sentido tratando de pasar piola y pegarla de inocente. Lo que debe hacer junto a sus hermanos es ser sentenciados por complicidad en el delito de peculado y enriquecimiento ilícito.

Como bien indicaba Fromm: “El amor paterno es condicional. Su principio es "te amo porque llenas mis aspiraciones, porque cumples con tu deber, porque eres como yo"”.

Keiko Fujimori es la viva representación de su padre. Y esto se ha dado a notar en toda la campaña de segunda vuelta. Lleva en el alma el estigma del cinismo, la corrupción y el crimen.

De tal sangre tal calaña.